domingo, 10 de junio de 2007

Comunicado 3 Uniendo al pasado con el Futuro en el Presente. Orden Melquisedek




UNIENDO AL PASADO CON EL FUTURO EN EL PRESENTE.

 

INTRODUCCIÓN

 

= LAS TRADICIONES SAGRADAS =

 

 

Todo camino tiene un inicio y un final.

 

Todo sendero tiene una meta… o varias.

 

El caminar del espíritu en la Tierra es un caminar multidimensional.

 

Camina en la Tierra con su cuerpo… y sus pies lo dirigen hacia donde su mente lo lleva… aunque su mente no sepa muchas veces a donde ir.

 

Camina con su corazón hacia la felicidad… aunque muchas veces parezca que se aleja y en otras, cuando cree que la ha alcanzado no sepa como cuidarla y la vuelva a perder.

 

Camina con su alma hacia Dios… y busca oraciones y templos, hace penitencias y promesas, sigue a predicadores y maestros, a sacerdotes y gurús… pero Dios parece a veces estar cerca y otras veces lejos.

 

Y en este caminar multidimensional, el hombre inventó cosas, para sentirse cerca de Dios.

 

El hombre observó a la naturaleza y la reconoció como el libro donde Dios había escrito su voluntad.

 

Así nacieron las tradiciones… la enseñanza divina revelada a los sabios. Tan pública que siempre estaba a la vista de todos…… y a la vez, tan secreta que nadie podía entenderla.

 

Y esas tradiciones se fueron pasando de labios a oídos… porque nadie confiaba en las palabras escritas.

 

Jamás una palabra podría expresar lo que el Sol nos dice cuando se asoma en el horizonte e inicia su diario recorrido por la bóveda celeste.

 

Cómo explicar en palabras lo que siente el alma cuando observa al águila recorrer sus dominios en las alturas de las montañas.

 

Y cada pueblo leyó en el libro sagrado de la Tierra las lecciones que Dios dejara para sus hijos encerradas en cada criatura, en cada nube y montaña de la naturaleza.

 

Los pueblos de las nieves leyeron en la nieve y los lagos lo que Dios les dejó para ellos.

 

Y los pueblos de la selva encontraron sus lecciones en medio de árboles milenarios y cascadas escondidas.

 

Las gentes de la tundra y la sabana las buscaron entre rocas y praderas, en medio de valles sagrados y cuevas misteriosas.

 

Siempre estuvo Dios cerca de ellos y siempre estuvieron ellos cerca de él.

 

Pero los cielos cambiaron, las estrellas se movieron, muchas lunas pasaron… el peso de los siglos se fue acumulando sobre la historia del planeta.

 

Y nacieron las ciudades, las calles y los edificios.

 

Los hombres dejaron las pieles y se vistieron con ropa de fábricas.

 

Se alejaron de la naturaleza y la encerraron en parques… y dijeron que era para protegerla.

 

Y el hombre empezó a vivir en un mundo inventado por él.

 

Ya no estaba el hermano castor para enseñarle los misterios de los ríos, ni la hermana águila para mostrarle cómo debía volar.

Ya no era posible hablar con los árboles para descubrir sus secretos, ahora todos ellos estaban encarcelados en parques y zoológicos… para protegerlos.

 

¿Y el hombre?...

 

El hombre se había construido una celda más grande… y la llamó civilización, la llamó ciudad, la llamó sociedad… pero era una celda y no se daba cuenta.

 

El hombre creó entonces escuelas e institutos.

 Para enseñarles a sus hijos a vivir dentro de la celda… para enseñarles cómo ser felices aunque estuvieran presos.

 

Y sentir un aire de libertad… aunque no pudieran salir nunca de sus celdas.

 

Por eso nacieron los hombres que querían ser   libres, los que sí se daban cuenta de la tragedia.

 

Los que gritaron a los cuatro vientos que el hombre había perdido el camino.

 

Pero los consideraron locos, y a veces hasta los quemaron en la hoguera.

 

Por eso los hombres libres tuvieron que esconderse y reunirse en pequeños grupos… al margen de la sociedad que los apartaba.

 

Y desde ahí enseñaron la verdad.

 

Y crearon las tradiciones.

 

Que luego pasaron de los labios a los oídos.

 

Pocas veces escribieron en libros sus verdades… era demasiado peligroso.

 

Tuvieron que esconderse para vivir su libertad.

 

Y esas tradiciones aún permanecen…

en posesión de unos cuantos.

Y el hombre a pesar de estar perdido…

 tenía un alma que vibraba… y le hablaba de Dios… de horizontes perdidos que añoraba… de recuerdos escondidos en su alma.

 

Y eso le llevó a buscar… y a buscar… y a buscar.

 

Y desarrolló una ciencia.

 

Una que buscaba en las estrellas, la llamó astronomía tal vez persiguiendo un recuerdo de un viaje en el origen de los tiempos, que habían hecho sus antepasados… tal vez como buscando un hogar abandonado en algún tiempo lejano.

 

Otra que buscaba en medio de átomos y partículas subatómicas, la llamó física. Ésta la inventó tratando de descubrir el origen de la materia, tal vez ahí se encontrara el misterio de Dios.

 

Una más la dedicó a buscar en medio de las células humanas, dentro de las partículas que formaban los cuerpo humanos, tal vez queriendo encontrar a Dios mismo disfrazado de cromosoma… y no descansó hasta descifrar el genoma humano… ahora sí, ya podía jugar a ser Dios.

Ya podía inventar seres humanos y hacerlos del color que más le gustara.

 

Pero sin que alguien se diera cuenta… el hombre estaba inventando un nuevo camino.

 

Era la misma búsqueda de la naturaleza que habían iniciado sus antepasados, nuevos ojos para los mismos misterios.

 Una nueva espiral en la trama de la vida.

 

Nuevas puertas que conducen a las mismas metas.

 

El mismo espíritu, la misma interrogante, con nuevos instrumentos, y nuevos lenguajes.

 

Y el hombre y la mujer, sin darse cuenta…

 

Estaban creando a las nuevas tradiciones, pero ahora con microscopios y telescopios, reuniéndose en universidades e institutos, en laboratorios de investigación.

 

Mismas almas, ahora con batas de laboratorio en lugar de pieles de animales.

 

Una ronda nueva, en el mismo mundo que conocemos.

 

La vida milagrosa recorriendo una espiral más en el viaje infinito de la evolución.

 

¿Hasta cuándo?... ¿desde cuándo?

 

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¿Acaso importa?

 

Bienvenidos a esta síntesis del caminar del hombre.

 

Uniremos el pasado con el futuro… y lo haremos ahora, en el presente.

 

Melquizedek     

 

 

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1. LAS PRIMERAS PREGUNTAS

 

Sólo cuando la luz del alma ilumina la conciencia del hombre. Puede empezar el hombre a buscar respuestas.

 

La mente es una fábrica constante de preguntas.

 Y la propia mente humana no puede responder a lo que ella misma pregunta.

 

Porque las respuestas que vienen del mismo espacio mental que pregunta no son sino laberintos que conducen al punto de partida. Son respuestas que no calman la sed, sólo la posponen.

 

Las respuestas que hacen crecer al hombre y a la mujer deben provenir del espacio del alma.

 

Deben ser el fruto de una meditación profunda donde el alma puede iluminar la conciencia… entonces las respuestas son de otra naturaleza.

 

Y el hombre y la mujer crecen en conciencia… su entendimiento se expande, su mirada cambia, su alma toma por unos momentos el control de la vida y se experimenta una sensación de estar más cerca de entender los secretos de Dios.

 

Y en el pasado remoto, hubo mentes que pudieron conectarse con sus almas, siempre las ha habido… las hubo, las hay y las habrá.

 

 

Ellos y ellas son los guardianes de las tradiciones. Almas viejas en cuerpos humanos.

 Ojos que ven más allá de lo que las formas proyectan. Pensamientos que iluminan lo que la vista descubre en el valle de sombras que nos envuelve a todos.

 

Esas mentes iluminadas por sus almas pudieron explicar el mundo que veían.

Vieron lo que impulsaba a los ríos a bajar de las montañas para correr presurosos   hasta el mar que pacientemente los esperaba en algún lugar más allá de los cañones y valles.

 

Y eso les enseñó el por qué el hombre buscaba desesperadamente a Dios.

 

Pudieron entender por qué el águila volaba plácidamente tan alto, y sólo de vez en cuando se proyectaba como rayo hasta el suelo para recoger algún animal que pudiera servir de alimento a sus polluelos.

 

Y eso le explicó el misterio de los dominios.

 Hay quienes nacieron para dominar un pequeño rincón de naturaleza, mientras que otros nacieron reinando en grandes extensiones de tierra. Unos nacen para arrastrarse, como la serpiente y otros nacen para volar.

Luego se preguntó… ¿cuáles son mis dominios?

 

Miraba a las montañas, imponentes… nunca se movían, nunca se angustiaban, nunca reían, siempre estaban ahí, para protegerlo de los vientos, o para castigarlo con avalanchas sino respetaba su suelo… Entendió que eran guardianes. Cuidaban a la naturaleza y cuidaban al hombre y a la mujer… entonces se hizo amigo de ellas y las adoró.

 

Vio al mar… impasible a veces, otras irascible, pero siempre moviéndose, en ciclos rítmicos e interminables. Olas que vienen y van, siempre el mismo rumor de las olas golpeando en la playa, trabajando, dibujando nuevos rostros en las costas, inventando la geografía.

 

Y entonces supo que el mar era el lugar de destino de todos los ríos del mundo. Supo que de ahí partían todas las nubes que después humedecían los campos y hacían crecer a las flores y a los árboles, y estos daban vida a los valles de donde los animales se alimentaban.

 

El mar era la respuesta.

 

Era de ahí, de donde todo había salido.

 

Se enamoró del mar… porque el mar le hablaba en el silencio.

 

Sin palabras.

 

El mar le hablaba a su alma… y le decía: ¡Despierta! ¡Despierta!

 

Y el alma respondía.

 

Entonces pensó… el mar es de donde provengo.

 

El mar es como el lugar de donde salió mi espíritu.

 

A él tengo que regresar algún día.

 

La vida del espíritu es como la vida en el mar profundo… quieta, en paz.

 

La vida de la mente es como el mar en las playas… siempre en movimiento, siempre inquieta, golpeando aquí y retirándose allá. Socavando las rocas, haciendo espuma y rompiendo en brisa que luego se disipa.

 

Por eso tengo que encontrar la forma de llegar a la fuente de donde salió mi espíritu… tengo que buscar a Dios.

 

Y se crearon las tradiciones. Sistemas de conocimiento sagrado que encerraban las respuestas que los hombres encontraban.

 

2. LAS PREGUNTAS CORRECTAS

 

El hombre del pasado vivió en medio de la naturaleza y la vio como su madre.

 La Madre Tierra, el ser más maravilloso que Dios podía habernos dado.

La que nos alimentaba, la que nos daba al viento para refrescar nuestros cuerpos, la que nos daba la lluvia para alimentar nuestros campos, la que nos decía cuándo había que almacenar alimentos porque llegaba el invierno y era la época que ella utilizaba para renovar el vestido de los campos, eliminar lo que ya era viejo.

 

Luego nos mandaba la primavera y nos pintaba el campo de flores para que recordáramos que más allá de todos los problemas, más allá de todos los inviernos, siempre había una primavera esperándonos.

 

Por más cruda que fuera la vida, por más fuertes que soplara los vientos helados, siempre llegaría un momento en que el sol aparecería nuevamente y las flores volverían a iluminar nuestra vidas.

 

La Madre Tierra , siempre llena de lecciones, siempre enseñándonos.

 

Como la astucia del lobo que nos enseñó la fuerza de la manada, que nos hablaba de que en grupo podíamos hacer más que cuando actuábamos solos.

 

La laboriosidad de las abejas que viven para la colmena, dan su vida por ella y al final triunfan sobre sus enemigos porque todas trabajan diligentemente haciendo lo que deben hacer.

 

La libertad de los patos que cuando sentían llegar al invierno, simplemente se marchaban a otras tierras, sin apegos ni remordimientos, sabiendo que el mundo era su casa.

 

Cada animal viviendo su vida. Naciendo y muriendo, satisfechos de haber vivido de acuerdo a lo que la naturaleza les marcaba.

 

Pero el hombre se preguntaba qué tanto podía la naturaleza enseñarle.

 

¿Cuál era la voluntad de Dios para el hombre? Esa era la pregunta de las preguntas. ¿Qué quería Dios que el hombre hiciera?

 

Dios le había dado garras al león, fuerza al elefante, alas a las aves… pensamiento al hombre.

 

¿Por qué?

 

¿Por qué el pensamiento era más poderoso que las garras y la fuerza?

¿Por qué el hombre podía volar más alto que las águilas con su pensamiento?

¿Por qué el hombre podía vencer a los tigres, sin tener sus garras ni colmillos?

¿Cuál era ese misterio que Dios quería que el hombre desentrañara?

 

Esas eran las preguntas de los primeros sabios de la humanidad.

 

Ellos, los que se preocuparon por agradar a los Dioses.

Los que pensaron más allá de la caza y de la pesca, los brujos y los chamanes, los ancianos y los curadores, esos formaron una nueva clase de hombre.

 

Y esas fueron las preguntas que dieron lugar a la sabiduría del hombre. Las que después se transformaron en medicina, en psicología, en religión.

 

Ellos fueron los primeros pensadores de la humanidad. A los que les debemos todo.

 

Pero… una era la mente que preguntaba. Y otra… era el alma que respondía.

 

No siempre el alma respondía.

 

Para que el alma responda debe hacerse la pregunta correcta.

 

La verdad no se encuentra en las respuestas… se encuentra en las preguntas.

 

Cada pregunta es una puerta que el hombre fabrica… y que luego busca abrir.

 

De nada sirve abrir una puerta que no nos conduce a la meta que queremos llegar.

 

Por eso hay que hacer las preguntas correctas.

 

De nada sirve preguntarse… ¿por qué me pasa esto a mi? ¿por qué me quieren dañar? ¿por qué yo?

 

Las respuestas estarán encerradas bajo el fantasma de que la vida es injusta.

Es preguntar sabiendo de antemano las respuestas.

 

Respuestas limitadas a la mente ingenua que cree conocer la vida.

Si se pregunta: ¿qué puedo aprender de esta situación?

 ¿cómo puedo protegerme de esta persona?

Serán preguntas que lanzan a la mente en otra dirección.

Preguntas de poder, preguntas que abren la mente a otras posibilidades.

 

Esas eran las preguntas que se hicieron los sabios de la antigüedad.

 

Y así abrieron las puertas correctas.

 

Y fabricaron caminos.

 

Como el que enseñaba el misterio del árbol

 

Aquél que usaba el viejo chamán cuando le decía a su joven aprendiz:

"Un árbol inteligente nace cerca de las piedras… así no puede ser comido por los animales cuando es tierno y pequeño.

Cuando es joven, es flexible y los vientos no pueden quebrarlo, pues se dobla en lugar de querer resistirse a su fuerza.

Hace raíces profundas para que no puedan arrancarlo fácilmente cuando alguien intente sacarlo. Luego crece y se rodea de una costra que lo protege de las hormigas y otros insectos que siempre quieren sacarle algo.

Al final de su vida suelta semillas que busca siempre proteger encerrando en ellas lo que el árbol aprendió en su vida, así sus hijos serán más fuertes y sabios que él".

 

Y el joven aprendiz no podía hacer preguntas, el chamán ya había hablado… el aprendiz debía observar, observar y observar.

 

Debía aprender a ser como el árbol.

 Protegerse en alguna piedra, como el chamán que era su protector, debía ser flexible para que los vientos no lo quebraran, nunca ser terco con sus pensamientos porque seguramente su estupidez lo tumbaría, debía protegerse a medida que creciera con los valores y la disciplina que le enseñaba el viejo chamán porque sólo así podría evitar ser molestado por las demás personas y al final de su vida tendría que buscar algún aprendiz que quisiera ser como él y a quién debería enseñarle todo lo que él mismo había aprendido observando a la naturaleza.

 

 

Abrir el canal a su alma, era lo que el chamán le estaba enseñando.

 

Los chamanes sabían y apreciaban la sabiduría del silencio.

 

Porque el que habla no puede escuchar lo que su alma le dice.

 

Y el alma explica lo que la vida le muestra.

 

La mente pretende saber, pretende explicar usando lo que recuerda que ha leído, que ha escuchado.

 

Por eso los hombres muchas veces pretenden ser sabios, cuando todo lo que hacen es repetir verdades ajenas.

 

Letras muertas que utilizan como si fueran propias, pero que son incapaces de explicar porque no nacieron de su experiencia.

 

Sólo lo que el alma enseña nos hace crecer.

 

La mente repite lo que ha escuchado, o leído.

 

El alma habla siempre fresca, siempre es nueva.

 

Con la sabiduría del que está conectado con el infinito.

 

Los eruditos son como libros con patas y con lengua.

 

Los sabios son personas que hablan desde el alma.

 

Los eruditos se vanaglorian de lo que recuerdan.

 

Los sabios dan gracias por estar vivos y ser felices.

 

Los eruditos buscan hablar, y hablar, y hablar.

 

Los sabios buscan observar, observar y observar.

 

Dos caminos diferentes.

Los dos válidos… para diferentes propósitos.

 

El erudito sirve a la mente.

 

El sabio venera al alma.

 

Hay muchos eruditos en los foros mundiales y en las grandes asambleas. Visten de traje y viajan en aviones de primera clase.

Escriben libros con palabras que recuerdan y frases que toman prestadas de alguien más. Tienen muchos libros en sus bibliotecas y compiten con otros eruditos por ver quién escribe más rápido, la mayor cantidad de libros.

 

Los sabios no están bajo los reflectores, ni en las grandes asambleas, se encuentran callados en algún lugar de la Tierra, felices, de poder aprender de la vida, de la naturaleza, tal vez no tengan libros, ni biblioteca, tal vez nunca escriban un libro en su vida, pero cada palabra de ellos vale más que miles de los libros que los eruditos escriben.

 

La diferencia entre un erudito y un sabio es la misma que hay entre un charco de agua estancada y un río bajando alegre de la montaña.

 

Las tradiciones nos dieron la sabiduría de la naturaleza, la sabiduría del único libro que Dios escribió para todos nosotros.

Un libro que fue escrito en el lenguaje más sagrado y mas poderoso de todos. Un libro que no necesitaba ser traducido porque todos podían entenderlo si lo deseaban.

 

Un libro que podía ser explicado cuando el ser humano abriera la puerta que conducía a su alma.

 

Por eso digo que es importante saber preguntar… las preguntas poderosas, las preguntas que abren las puertas correctas. Las preguntas que sólo el alma puede contestar.

 

Por eso siempre les diré… mediten, mediten, mediten.

 

Formulen las preguntas correctas y ahí estaré yo contestando a través de su alma.

 

 

 


 3. LAS GUERRAS

 

El hombre y la mujer del pasado crearon las tradiciones, para caminar hacia Dios.

 

Sabían que había alguien muy grande que los había creado, se sentían sujetos a una voluntad superior que dominaba los elementos, que movía a su capricho las fuerzas de la naturaleza.

 

 Tenían ese contacto con su realidad interior que no podían explicar pero que los movía a encontrar un elemento mágico en la trama de la vida.

 

 

 

Ante cada sorpresa que la vida les ofrecía, ellos se preguntaban ¿qué habremos hecho para que Dios nos castigue o nos premie así?

 

Aunque era evidente que había muchos dioses, algunos querían lo mejor para ellos, eran amigos de los hombres, mientras que otros eran malignos y por lo tanto siempre había una pugna donde ellos, los mortales, eran los afectados.

 

En los valles nórdicos los Dioses eran guerreros y los espíritus de los hombres que hacían honor a las guerras, eran recibidos en los cielos como héroes.

 

El hombre honró a la guerra.

 Sus dioses así lo mandaban.

Pero entre los aztecas fue lo mismo, como entre los romanos y muchos de los pueblos de América del Sur y de África y Australia.

Hasta los mismos musulmanes honraban a las guerras que se hacían en defensa de la fe.

 

 Los propios cristianos emprendieron sus cruzadas por la misma razón.

 

El hombre moderno, ha hecho lo mismo, los pueblos árabes invocan a la guerra santa cuando se trata de defender sus intereses y los Estados Unidos invocan a su propio Dios cuando buscan proteger a sus soldados.

 

El hombre no ha dejado de honrar a las guerras.

 

Como si de esta forma pudiera lavar su conciencia que le grita lo equivocado que está al luchar contra su hermano por causas que nada tienen de nobleza.

 

Es necesario cambiar dentro del ser humano el paradigma que lo mueve a luchar cuando la comunicación falla.

 

Mientras los gobiernos sigan pensando que al luchar lo hacen por su propio país, mientras piensen que pueden ganar una guerra y que esto les da beneficios a sus pueblos.

El mundo seguirá en guerra.

 

Lo que es necesario para todos los hombres y mujeres del mundo, es entender que en una guerra… todos perdemos.

 

Pierde el que gana, porque deberá arrastrar en su conciencia la sangre de todos los seres humanos que mató. Pierde porque debe cargar con la suerte y el odio de los pueblos a los que sometió.

 

Pierde porque sus propios soldados enferman de odio, de remordimiento, de dolor, y esa enfermedad queda en sus familias que después las pasan a sus hijos y poco a poco van creando una sociedad donde la guerra está justificada y el enemigo no es únicamente el soldado extranjero, el enemigo es todo aquél que sea diferente, que no piense como ellos. Ya no hay diferencia entre el enemigo extranjero y el vecino que piensa distinto.

 

Pierde el que es vencido, y tiene que levantarse de las cenizas de lo que quedó de su pueblo y cargar con el dolor de sus hijos que preguntan ¿por qué?

 

Y reciben un silencio por respuesta.

 

 Pierden la guerra y vuelven a perder cuando sus hijos crecen con el odio en sus venas, por esos soldados que se llevaron a sus padres y que lo hicieron en su propio país, ellos, los invasores, vinieron y los mataron, destruyeron a sus pueblos, mataron a sus seres queridos y luego se fueron, dejando todo hecho cenizas y todo… ¿por qué?

 

No hay respuesta válida.

 

No hay una que satisfaga el dolor del corazón de una madre o de un hijo al que le mataron a su padre.

 

Como no la hay para la madre del soldado muerto en un país extranjero al que fue para pelear una guerra que no era suya, que no entendía y que al final, cuando ya está a punto de expirar, la luz se rebela ante sus ojos y entiende que todo era una simple lucha por ganar votos en las siguientes elecciones.

 

Pero no fueron siempre así las guerras, hubo un tiempo en que las guerras eran para defender el honor de un pueblo que era humillado por un enemigo, por defender la suerte de un pueblo que era amenazado por un poder ambicioso.

 

A las guerras el hombre las ha visto como una tradición. Dentro del ejército existen tradiciones, tradiciones de honor, tradiciones de lealtad, de códigos de guerra.

 

 El soldado que las honra es un soldado que merece el honor del pueblo.

 

Pero el soldado que vive con honor es el que defiende al pueblo… no el que ataca a otro.

 

No hay honor cuando se lucha en un pueblo que es ajeno. No hay honor cuando se mata al hermano en su propia casa.

 

No hay justificante posible cuando alguien esgrimiendo su propia seguridad mata a todos los que le parecen amenazadores.

 

Debe entenderse que el asesino también mata por temor. No hay nada más peligroso que un gobierno pequeño dentro de un pueblo grande.

 

Por esta razón el ser humano ha buscado desde siempre una guía que le marque el rumbo que lo lleve de regreso a su Creador.

 

El hombre busca el camino del retorno. Y desgraciadamente… el hombre ha tomado muchas veces el camino de la guerra.

 

Pero cuando se entiende que vivimos en un mismo mundo, y que el aire que hoy respiramos en nuestra ciudad, es el mismo aire que mañana estará en otro país siendo respirado por nuestros hermanos.

 

Cuando entendemos que el agua viaja por el mundo en forma de nubes, de ríos, de mar, sin tener que usar pasaporte ni hablar diferentes lenguas, cuando aprendemos que las aves cruzan fronteras sin preguntarse en que país están, entonces comprendemos que vivimos en una gran aldea.

 

Viajamos en una misma nave, compartimos la misma suerte que la de todos   nuestros hermanos.

 

Cuando entendamos que los problemas de China, son nuestros problemas, que los problemas de Java, de Australia, de Estados Unidos, de México, de Venezuela, son nuestros propios problemas, cuando entendamos que si alguien mata a una ballena pierde el mundo, si alguien maltrata a un animal maltrata a todos, si entendemos que cuando alguien corta un árbol, el mundo lo siente… entonces estaremos acercándonos a esa conciencia que debemos despertar en todos nosotros.

 

No hay diferencias entre el aborigen de Australia, los indios quechuas de Perú, o los mayas de Yucatán.

Ellos viven de la misma forma como los jóvenes ejecutivos de Wall Street o los soldados de Irán.

 

 Todos tienen un corazón que ama y que teme.

Todos tienen una familia a la que cuidan y unos hijos que los esperan ver grandes y felices.

 

El ser humano ha venido siguiendo un camino de retorno. Todos a su manera.

 

Entre las eternas nieves de Groenlandia, entre las selvas de la Amazonia, en medio de los desiertos de África o entre las calles angostas de Turquía.

 

 El ser humano vive sin escuchar a su alma, porque si lo hiciera, entendería que el camino no es el de la guerra… el camino es el del amor.

 

Mediten, mediten, mediten.

 

Ahí encontrarán el camino.

 

4. EL CAMINO DEL RETORNO

 

En el pasado el hombre descubrió un camino para acercarse a Dios.

 

No era el de la guerra, ese no lo acercaba a Dios,

 él lo sabía.

La guerra era algo necesario.

 

La lucha por la sobre vivencia, primero fue para defenderse de los animales que lo atacaban… luego por defender a la familia de las otras tribus que querían lo que ellos habían conseguido, sus mujeres, sus pieles o sus cuevas.

 

Por eso el hombre vio en la guerra algo normal en su vida… pero eso no lo acercaba a Dios.

 

Lo que lo acercaba era la oración.

 

Muy temprano, el hombre encontró que a Dios hay que hablarle.

 

Y Dios escucha… y siempre contesta.

 

Pero las respuestas no siempre

 son como el hombre las espera.

 

Por eso aquellos que sabían interpretar el lenguaje de Dios, pronto se convirtieron en sacerdotes.

 

Los sacerdotes, sabían cuando Dios hablaba.

 

 Cuando Dios respondía a las peticiones de los hombres o de las mujeres.

Encontraban la respuesta en las nubes, en el agua de un cuenco, en el viento o en el fuego.

 

Pero el sacerdote sabía que la respuesta más cierta era la que él recibía en el corazón.

 

Dios respondía siempre… pero dentro del corazón.

 

Y el silencio también era una respuesta.

 

A veces Dios callaba, y eso significaba que la pregunta no era de su agrado, o la respuesta no era la que el hombre esperaba.

 

Así nacieron los primeros oráculos. Y con los oráculos, nacieron los profetas, los magos y las sacerdotisas.

 

Y empezaron muchas tradiciones… Todas queriendo penetrar los misterios divinos… averiguar lo que Dios quería para sus hijos.

 

Algunos preguntaban cosas triviales… si su marido regresaría, si su hijo se curaría.

 

Otros preguntaban si debían ir a la guerra, si debían levantarse en armas… por eso a veces los oráculos escribían la historia de los pueblos.

 

Las cosas no  han cambiado mucho en nuestros días. Ahora los oráculos se rodean de cuarzos, de incienso, de fotos enigmáticas. Grimorios extraños y lenguajes olvidados por el tiempo.

Los seres humanos siguen consultando el futuro… en las cartas, en las tasas de té, en el humo del cigarro, en las líneas de la mano.

 

Los gobernantes consultan a sus oráculos… los llaman ahora junto con los jefes del ejército, de la inteligencia militar, se sientan en los mismos sillones… todos siguen esperando que el cielo apruebe sus decisiones.

 

Porque el hombre sigue siendo temeroso de Dios.

 

Sabe que es un ser espiritual que deberá rendir cuentas cuando su vida se acabe.

 

Entiende su responsabilidad de gobernar… y no quiere equivocarse.

 

La sociedad moderna, nos revela a los mismos hombres y mujeres del pasado con instrumentos modernos y tecnología avanzada pero con los mismos temores e inquietudes que antaño.

 

La tecnología tal vez haya avanzado mucho… pero el hombre sigue teniendo los mismos temores y sentimientos que en el pasado remoto.

 

Por eso hoy las iglesias usan tecnología virtual y hacen las misas por televisión.   Pero los pecados escuchados en el confesionario siguen siendo los mismos que hace mil años.

 

El pasado nos revela algo impactante.

 

 

El hombre ha cambiado al mundo exterior. Lo ha llenado de tecnología, de máquinas que vuelan y exploran al espacio. Ventanas que muestran lo que pasa al otro lado del mundo en el mismo instante en que pasa y aparatos con los que se puede hablar y ver a otra persona aunque esté en ese momento en otro país…

 

Pero en su mundo interior… sigue siendo el mismo niño temeroso que anhela, que sufre, que llora y que ríe.

 

Sigue queriendo que el mundo lo reconozca como alguien importante y valioso, sigue necesitando a alguien que lo ame. Quiere sentirse seguro y protegido…

 

Algunos encuentran todo eso en la familia… la buscan, la construyen y la protegen, viven felices o al menos tranquilos.

 

Otros no la encuentran y se refugian en la religión. Muchas de las iglesias del mundo están llenas de fracasados de la sociedad, personas que buscan escapar de una realidad que no les satisface.

 

Por esta razón, muchos de los líderes religiosos predican con la frustración que sus vidas les han dejado.

 

Pero hay otros que encuentran en la fe, el camino de retorno.

 

Han logrado establecer una familia, o alcanzado la paz consigo mismos. Lo han logrado solos o con sus hijos y pareja. Ellos son los que están libres para volar por el cielo del espíritu.

 

El que busca a Dios, lo encuentra en alguna de las tradiciones que el hombre ha construido.

 

En el arte… dando rienda suelta a la expresión de su espíritu que se vuelca en la música o en la pintura, que explora y se expande al tiempo que su arte va tomando sentido en una obra maestra de expresión de su alma.

 

En la religión, donde encuentra a Dios, a veces, en la voz de un líder cuyas palabras hacen eco de sus propias inquietudes y que siente que lo orientan en las cosas cotidianas de la vida.

 

 Otras veces en la oración que como vehículo veloz, lo lleva hasta las moradas internas donde puede tener conversaciones íntimas y privadas con ese Dios al que venera.

 

En el servicio al prójimo.

 Muchos de los hombres y mujeres de hoy, encuentran en el servicio el camino del retorno.

Hay instituciones que sirven altruistamente y ese es el mejor campo para servir, en el ejercicio de ese amor, el ser encuentra a Dios en la cara y las manos de los hermanos a los que sirve.

 

Y los que buscan más allá. Los que saben que Dios  es algo más tangible y menos misterioso…

Esos lo encuentran en su alma.

 

5. LA LUCHA ACTUAL

 

Y en esta búsqueda para encontrar el camino de regreso a Dios, el hombre sigue las tradiciones.

 

Hay quienes se mantienen firmes a su pasado.

 

Los hermanos de América, que sienten que los españoles les arrebataron sus creencias y les obligaron a aceptar a un Dios que con piel blanca no era el que ellos adoraban.

 

Los judíos y los musulmanes que por haber tenido que defender a sus creencias se arroparon en ellas al grado de entregar sus vidas si con eso podían defender a su Dios de los dioses extranjeros que buscaban usurpar sus reinos.

 

Y al igual que ellos muchos otros que tienen en su pasado una historia de luchas y opresión que ha repercutido en la forma como hoy sienten a Dios y caminan hacia él.

 

Hoy les digo a todos ellos…

 

Es el momento de olvidar.

 

Olvidar agravios y perdonar.

 

El más grande homenaje a Dios es el que hace un alma que es capaz de amar a aquellos que lo han ofendido.

 

El león que mata a su presa no lo hace por maldad, lo hace para comer. Y en los hijos sobrevivientes de la presa no cabe el odio hacia el león, lo que cabe es la lección de supervivencia que la misma naturaleza les permite aprender.

 

El hombre no guarda lecciones, guarda rencores y eso es una tragedia.

 

Todavía hay indígenas en América viviendo su propia conquista ya no por los españoles ahora la encarnan con otros personajes de su realidad actual.

 

Todavía se pueden escuchar sacerdotes luchando contra los moros en sus propias cruzadas.

 

Todavía se vive el odio de los judíos contra los alemanes o el de los musulmanes contra los judíos. Todavía hay quién sigue viendo a sus hermanos con el mismo odio heredado de sus ancestros quienes sufrieron en manos de sus opresores.

 

El odio del pasado sigue afectando a la humanidad del presente.

 

Y eso es una tragedia.

 

Por eso es necesaria una revolución silenciosa.

 

Una revolución que limpie de odios el corazón de los humanos.

 

Una revolución que empiece por liberar de las cadenas del pasado las vidas de los seres humanos del presente.

 

Muchas religiones están inspiradas en la moral de los pueblos del pasado.

 Han llenado sus liturgias de consejos y prácticas que se hacían hace miles de años.

 

Mientras la humanidad lidia con retos nuevos que la obligan a pensar en nuevos términos.

 

La eutanasia, el aborto, la ingeniería genética, los clones, el calentamiento global, todos ellos son términos propios de un presente que exige nuevas formas de pensamiento.

 

Y… todavía hay pueblos pensando en los conflictos de hace 500 ó mil años.

 

El presente exige a todos los hermanos

de la Tierra hacer un alto.

 

Dejar de ver hacia atrás para defender al planeta de la más grande amenaza que se haya cernido sobre su destino desde que fue creado.

 

Antiguamente, en las primeras tradiciones, se veía   a la Tierra como la madre amorosa que proveía de casa, vestido y sustento a los seres humanos.

 

Hoy los gobiernos la ven como un activo del que pretenden sacar el mejor provecho mientras dure su gobierno.

 

Se saquean los bosques, se eliminan manglares, se secan lagunas siempre que el empresario esté dispuesto a pagar al gobierno los impuestos que le permitan a ese gobierno hacer grandes obras y dejar a sus votantes contentos para ganar en las próximas elecciones.

 

¿Y el futuro?

 

El gobernante gobierna para el pueblo que tiene enfrente… porque desgraciadamente las generaciones futuras no cuentan.

 

Se toman decisiones ahora que deberán pagar los niños del mañana… sólo porque ellos no votan hoy, ni en las próximas elecciones.

 

Se hipoteca el futuro, se posponen soluciones para que el mundo del mañana las resuelva cuando ya el precio a pagar sea enorme.

 

Por eso es necesario crear las nuevas tradiciones.

 

El mundo necesita de los quechuas, de los mayas, de los toltecas, de los hopi, de los aborígenes de Australia, de los druidas de Irlanda, de todos los pueblos que honraron la Tierra, necesitamos unir nuestras voces para dar voz a la Tierra y defenderla contra la inconciencia de los que toman las decisiones.

 

Hoy, el mundo se alarma porque el petróleo se está terminando.

Han vaciado en unos cuantos años lo que a la naturaleza le llevó millones de años formar.

 

La atmósfera está cambiando la combinación de gases que la conforma porque existe una gran cantidad de gases de combustión que antes no existían flotando en el ambiente.

 

Hoy existen niveles de radiación que antes no se tenían porque en la naturaleza la radiación sólo era debida a los productos naturales que venían decayendo en su proceso por convertirse en elementos estables.

 

Pero el hombre le ha agregado una infinidad más de contaminantes radiactivos   derivados de las pruebas nucleares y las plantas de fisión nuclear que generan electricidad en varios países industrializados.

 

El planeta tiene sus propios mecanismos de regulación. ¡Claro!

La naturaleza es sabia y ha aprendido a lo largo de millones de años de existir. Tiene a los bosques y al plancton en los mares que regulan y limpian de contaminantes tanto la atmósfera como al agua que cubre tres cuartas partes de la superficie del planeta…

 

pero…

 

los bosques están siendo sacrificados para obtener empleos y viviendas. Y el mar sigue siendo el gran receptáculo de todos los desperdicios que la civilización genera.

 

El planeta necesita, no de hijos que vivan todavía los conflictos de su historia, necesita de hermanos que vivan en los tiempos actuales y peleen sus propias luchas, no las de sus padres.

 

Hoy la Tierra necesita de todos. Nuestro planeta reclama una nueva conciencia global, es el tiempo de levantar la voz por una civilización que viva para el mañana, de gobiernos que siembren la prosperidad del mañana, necesitamos reorientar los caminos.

 

Que los ciudadanos del mundo sepan que un sacrificio hoy podrá traer una garantía de vida a sus hijos mañana.

 

¡No sacrifiquen sus bosques!    

   

Sacrifiquen un poco sus vidas hoy, pero piensen en el futuro que les tocará mañana vivir a sus hijos.

 

Esta es la verdadera lucha de los pueblos autóctonos de la Tierra. La lucha por la tierra de sus hijos.

 

Por eso hoy les repito… estamos iniciando una revolución silenciosa.

 

 Una revolución que nace dentro del corazón. Que reorienta esfuerzos, alinea propósitos, endereza rumbos… y define acciones.

 

6. EL LLAMADO A LOS GUARDIANES

 

Hoy la Tierra habla a través de mi boca.

 

A todos los que aman mi suelo. A todos los que aman mis nubes y montañas.

 

A todos los que añoran los campos libres de contaminantes, cuando el bisonte podía correr libre por las praderas porque eran suyas, cuando los peces saltaban del agua alegres de tener un agua limpia donde vivir.

 

A todos los que todavía recuerdan cuando las flores y los campos eran el mejor vestido de la naturaleza, cuando Dios cantaba en los trinos de los pájaros que hacían sus nidos en cualquier árbol porque todos eran suyos para eso.

 

A los que vivieron el deleite de dormir en medio del bosque sabiendo que convivían con la naturaleza pura sin mancha.

 

A todos ellos hoy los convoco.

 

Pero también llamo a los que todo esto lo han vivido sólo en libros y películas.

A los hijos de la ciudad, del asfalto, de las grandes tiendas que ya no tuvieron oportunidad de conocer un bosque que no necesitaba ser protegido porque nadie lo dañaba.

 

A los que su vida la han pasado apilados en pequeños cuartos junto con sus padres que huyeron de un campo que ya no producía para vivir.

 

A los que leen esto con lágrimas en sus ojos sabiendo que ese tesoro de la Tierra les pertenecía y la inconsciencia de los que vivieron antes lo acabó.

 

A todos ustedes también los llamo hoy a nuestra revolución silenciosa.

 

Hoy el hombre se cuida del propio hombre.

 

Depredador contra depredador.

 

¿Quién es la presa y quién el cazador?

 

El hombre destruyó su casa, contaminó su aire y  su agua.

Ahora tiene que comprar el agua que consume, tomarla de los ríos y limpiarla para tomarla, más tarde tal vez tenga que embotellar el aire para respirarlo.

 

Por esta razón, hoy los llamo para decir que es el tiempo de iniciar un nuevo camino.

 

Es el tiempo de unir esfuerzos.

 

El pasado con el futuro.

 

Los hijos del futuro, son hoy nuestra esperanza.

 

No es el hombre que vive con los paradigmas del pasado el que rescatará al planeta.

 

Serán el hombre y la mujer conscientes de su herencia quienes tomarán las riendas de su vida y reorientarán las fuerzas y los cursos de las acciones.

 

Hoy convoco a formar nuevas tradiciones.

 

Que el indio del pasado se una a los jóvenes del futuro.

 

Que los ancianos guardianes de las tradiciones, tomen sus bastones, sus pipas, sus cayados y sus cuencos para iniciar una nueva y decisiva jornada.

 

La última de las luchas.

 

La lucha por la libertad de la Tierra.

 

Pero sus voces encontrarán eco, no en los gobiernos actuales. No.

 

No es ahí donde la lucha se librará. Esa lucha está perdida, porque el corazón de los hombres del comercio no entiende de las aguas que danzan en los ríos, ni del águila que vigila desde el espacio.

 

Los políticos no entienden del hermano oso que resguarda las montañas, ni del castor que construye los diques donde se protegen los peces pequeños.

 

No, la lucha no será ahí.

 

La lucha es por los corazones de los jóvenes del mañana.

 

Ellos que son la última esperanza de una humanidad destinada a despertar.

 

Ellos que son los que inaugurarán las nuevas tradiciones.

 

Esas donde el águila vuele con el cóndor y aniden en la misma montaña.

 

Esas donde el lobo aún sea el rey de la tundra.

 

Esas donde los yak y las cabras del monte no necesiten esconderse.        

 

A esos jóvenes son a los que hay que encontrar.

 

Los que vestirán las batas de laboratorios. Los que elevarán su voz en medio de las universidades y los foros mundiales de comercio.

 

Los que algún día tendrán que gritar en medio de los emporios comerciales que con la naturaleza no se comercia.

Los que habrán de levantar sus voces para hablar en favor del futuro.

 

A ellos es a quienes los venerables ancianos del bastón, habrán de encontrar.

 

Esta es una nueva lucha.

 

Una lucha que no se ganará con gritos ni con odios del pasado. Se ganará con la luz de los corazones conscientes de que el mañana tan esperado por todas las razas ha llegado.

 

Ese día que siempre se anunció.

Cuando el

 "Gran Espíritu hablaría con voz de trueno" ha llegado.

 

Pero el trueno no es en los cielos.

 

El trueno es en los corazones de los que escuchan esta verdad.

 

Es el momento de unirnos en torno a una revolución silenciosa.

 

Que cada pueblo tome un puñado de su tierra.

Emprenda un peregrinaje sagrado en busca del águila que parada sobre un nopal devore a una serpiente y todos juntos, ahí, donde la señal los llame. Unan sus tierras. Como símbolo de unos pueblos que se unen.

 

Pero no lo hagan en silencio.

 

Llamen a los periódicos, llamen a los políticos, llamen a los noticieros, no le teman a los que viven en la inconsciencia.

Es la hora de que los sabios hablen, es la hora de que los ancianos tomen la palabra y levanten la voz como lo hiciera el jefe Seattle cuando el presidente de los Estados Unidos quiso comprarle sus tierras.

 

¿Acaso alguien puede vender la tierra?

 

¿Acaso alguien puede vender la tierra de sus ancestros? ¿esa tierra donde están descansando los cuerpos de los que tanto la defendieron?

 

No hermanos. No es el momento de callar.

 Es el momento de hablar.

 

Pero cuando estén las cámaras y los micrófonos encendidos, cuando las señoritas de cara pintada les hagan preguntas tontas y tengan que hablar… miren a las cámaras y háblenles a los niños.

 No escuchen a los dueños de las televisoras, ellos no entienden las causas de la Tierra, háblenle a los niños, a los jóvenes, a los que ven todavía la Tierra como su casa.

 

A ellos háblenles de la belleza de las selvas, de los bosques, del espíritu de la montaña que vuela cada mañana para saludar al nuevo sol. Háblenle de la sabiduría de la serpiente, de los consejos del búho. De los árboles que resguardan al planeta.

 

Y cuando hallan dicho todo lo que tenían que decir.

 Hagan silencio. No contesten con el odio, no caigan en el juego de los entrevistadores. Ellos buscan la noticia y para ellos serán tan sólo un evento más que estarán reportando.

 

La revolución ha empezado y el mensaje debe llegar limpio y puro a los nuevos corazones.

 

Para esto es este manuscrito.

 

Para esto es que los he llamado.

 

Yo soy Melquizedek el guardián de todas las tradiciones.

 

 

7. EL ESPÍRITU DE LA MONTAÑA

 

Déjenme contarles una historia:

 

Una historia del futuro.

 

Esto es algo que ya ocurrió.

Pero aún no ha pasado.

 

Por eso la llamo una historia del futuro.

 

Hubo un joven que entendió a la montaña.

 

Un joven que descubrió al espíritu de la montaña dentro de una cueva.

 

Y el espíritu le habló.

 

Le habló de la importancia de cuidar cada piedra del camino.

 

Le habló de la importancia de cuidar el curso de los ríos.

 

Le habló de los árboles que cuidan la Tierra, esos, que tienen más de mil años de existir.

 

Le reveló, el secreto de los secretos.

 

Le dijo que la Madre Tierra lo estaba preparando

y por eso le hablaba.

 

Le dijo que la Madre Tierra lo necesitaba porque había que decir algo para que la humanidad Despertará de un sueño.

 

Pero que esas palabras, debía guardarlas en el pecho. Muy adentro. Para que no salieran antes de tiempo.

 

El gran espíritu le había dicho que llegado el momento tendría que hablar.

 

Pero el muchacho era sólo un muchacho.

 

¿Qué podía él hacer para despertar a alguien?

 

El espíritu calló. Ya había dicho todo.

 

Y el muchacho calló también.

 

Por muchos años. Tantos, que olvidó que esto había ocurrido.

 

Hasta hoy… que lee estas palabras.

 

Y su mente se retorna hasta aquella cueva, cuando el gran espíritu le habló.

 

Hoy no es un muchacho.

Es un anciano.

 

Tiene un bastón, o tal vez tenga una pipa, o un caracol.

 

Ese muchacho no es sólo uno.

 

Son muchos.

Porque hubo muchos espíritus que hablaron a muchos muchachos.

 

Y ellos están escuchando ahora… no a estas palabras. Están escuchando a sus corazones.

 

Dejen que sus lágrimas broten. Tomen su cayado, tomen su palo de lluvia, tomen sus tambores o sus cascabeles.

 

Hoy ya es la hora.

 

La Tierra los llama a su destino.

 

El mensaje debe ser escuchado.

 

Porque lo que ustedes tienen que decir. Lo escucharán otros muchachos.

 

Los ancianos del mañana.

Los guardianes del futuro.

 

Las tradiciones del campo, del valle, de la montaña, ya cumplieron.

Ahora el futuro se escribe en los laboratorios, en las factorías, en las oficinas de los rascacielos.

 

Ahora debemos entregar la palabra del corazón a los nuevos guardianes.

 

Déjenme hablarles ahora de la segunda parte de la historia... la parte del futuro.

 

Habrá un muchacho, o muchacha, tal vez sean muchos, toda una generación.

 

Que escuchará el sonido del grillo… y no lo matará. Lo escuchará, y le parecerá interesante.

 

Y entre las notas de su canto entenderá algo que no había entendido en su escuela.

 

Oirá la voz de la Tierra.

 

La Tierra pidiéndole ayuda.

 

Le hablará de que es el tiempo de parar al mundo.

 

De que no basta detener la contaminación… hay que limpiar lo que está sucio. Hay que regresar lo que se le ha quitado a la Tierra.

 

Hay que volver a construir los bosques donde estaban.

 

Le hablará de que ha sido tonto intentar jugar a ser Dios y a substituir a la naturaleza. Las montañas no pueden ser movidas sin pagar un precio, los ríos no pueden ser detenidos sin pagar un precio, los árboles no pueden ser cortados sin pagar un precio, el petróleo no puede ser extraído sin pagar un precio. Y la Tierra debe cobrar el precio, todo junto.

 

O se paga antes de que la Tierra cobre, o el hombre sufrirá las consecuencias de su insconciencia.

 

Y los muchachos entenderán.

 

Los laboratorios dejarán de construir armas.

 

No se puede estar construyendo armas, para después tener que usarlas porque ya están hechas y hay que pagarlas.

 

No se puede estar inventando enemigos para librar batallas que sólo sirven para beneficiar a unos cuantos.

 

No se puede engañar a un pueblo que escucha a la Tierra.

 

Los gobiernos son como insectos que destruyen todo, si se les deja.

 

Ellos no piensan sino en comida y más comida.

 

No guardan para el mañana, todo lo quieren ahora.

 

Por eso se requiere hablar con los hombres importantes del mañana.

 

Por eso el grillo habla sólo a los jóvenes.

 

A esos que conocen el campo únicamente en las películas.

En las fotos de las revistas, pero que nunca han paseado a la vereda del río.

Que nunca han visto a las hormigas trabajar en las mañanas para llevar a sus nidos el alimento que requieren.

 

Nunca han visto un águila volar por sus dominios.

Sólo la han visto en la televisión.

 

Ellos son los que traerán el mañana al presente.

 

Muy pronto observarán el futuro que les espera y no lo van a desear.

 

Un futuro donde todos los campos deban ser protegidos de ellos mismos.

 

Un futuro donde el campo se llama parque y hay senderos de donde no puedes salirte porque está prohibido, para proteger a los animales.

 

Un futuro donde lo normal es consumir agua en botellas de plástico. Plástico que no se destruye, que contamina nuevamente.

 

Un futuro donde las casas se construyen en el piso quinto o sexto.

Donde nadie tiene un patio, donde pueda sembrar un árbol.

 

Ese es el futuro que el hombre construye ahora.

 

Y los jóvenes no lo quieren.

 

Por eso escuchan al grillo.

 

Por eso escuchan a la Tierra.

 

Por eso los escucharán a ustedes.

 

Y por eso hoy les digo que es el momento de hablar.

 

Hoy es el momento.

 

Que suenen los caracoles americanos, los tambores africanos, los palos de lluvia del sur y las flautas del norte.

 

Que dancen los cascabeles y suenen las castañuelas.

 

Que los pueblos del pasado enseñen a los jóvenes del futuro. Les hablen de lo que por tantos años han estado guardando con tanto celo.

 

De la sabiduría del bosque.

 

Que repitan lo que el espíritu de la montaña les dijo aquella tarde hace muchas lunas.

 

Yo, Melquizedek;

 les pido que hablen, para que el futuro los escuche.

 

8. LLAMADO A LOS JÓVENES

 

Ahora voy a hablar a los jóvenes.

A esos que por fuera son jóvenes pero por dentro son tan viejos como los árboles guardianes.

 

Han recibido una Tierra que muere.

 Una Tierra enferma.

 

Cada uno de ustedes representa lo mejor de la humanidad.

 

Cada uno de ustedes viene con una misión: Detener la destrucción del futuro.

 

La humanidad antes de ustedes ha venido destruyendo al futuro.

 

Cada generación hereda a la siguiente menos campo y más ciudades.

 

Cada vez se reciben menos bosques y más asfalto.

 

El hombre ya no es un hijo de la tierra de las flores y del río que canta, es más un hijo del acero y del asfalto.

 

Ya los jóvenes no encuentran diversión en el eco de la montaña ni en las piedras de río que rebotaban 5 veces en la superficie del agua cuando eran lanzadas al ras del suelo.

 

Ya no hay interés en dormir en medio del campo, ver alguna estrella fugaz y observar a las estrellas girar en el cielo.

 

Pero la Tierra se está muriendo. Y ustedes son su última esperanza.

 

Por eso ustedes tienen una misión especial.

 

Una misión que sólo ustedes conocen.

Cada uno es parte de la solución.

Cada uno recibió indicaciones precisas sobre lo que había que hacer.

 

Pero ustedes no lo saben. Sólo intuyen que son parte de la solución. Y eso está bien.

 

Porque así se protegen… y protegen al plan de rescate.

 

La primera parte de lo que se debe hacer es conectarse con el alma de la raza.

 

Porque dentro de toda raza existe el amor a la naturaleza. El amor a la madre que le dio la vida.

 

Ese amor lo llevan ustedes dentro.

Primero hay que descubrirlo.

 

Luego hay que manifestarlo, todos los días, todas las mañanas, cada vez que vean una flor, un árbol a un animal recordando que todos son hijos de la misma madre de la que ustedes salieron. De la naturaleza, de la Tierra.

 

Cuando hagan de esto un ritual, cuando se haga costumbre en ustedes agradecer a la madre naturaleza por todo lo que les da… empezará a hablarles en su idioma.

 

Y ciertas ideas empezarán a surgir dentro de su cabeza.

 

Ideas de cómo se puede ayudar de una manera efectiva.

 

Ideas de cómo sus voces pueden ser escuchadas y atendidas.

 

Ideas de cómo pueden los laboratorios empezar a trabajar por la Tierra en lugar de destruirla.

 

De cómo los premios nobel u otros que inventen, pueden redirigir a la ciencia hacia una nueva conciencia, hacia una nueva ética científica.

 

Y de esas ideas irá surgiendo el plan.

 

El plan que fue insertado dentro de sus corazones.

 

Y del que cada uno recibió sólo una parte.

 

Pero que será una realidad inobjetable cuando reúnan las piezas de todos aquellos que escucharon al grillo, regaron al árbol y sonrieron al sol y a las nubes cuando las vieron por las mañanas.

 

Y entonces, un nuevo movimiento despertará la conciencia de los partidos políticos enriquecidos por jóvenes conscientes, que luego serán gobiernos, que actuarán responsablemente… atendiendo a las masas, que exigieron un nuevo rumbo.

 

El uranio y el átomo deberán ser dejados en paz.

 

La energía del núcleo no es la que la naturaleza necesita. Esa contamina más que todas las otras juntas, sus efectos son de muy largo plazo.

Las armas nucleares son un ejemplo de estupidez.

 Cada país creando su propio veneno, el veneno con el que envenenarán a sus propios hijos.

 

En un planeta donde la naturaleza une a todos los pueblos en una sola aldea, esperar que se puede matar a un enemigo con veneno y no ser alcanzado por el mismo veneno es tan infantil como estúpido.

 

Por esa razón hay que redirigir el rumbo.

 

Por eso este llamado es para los jóvenes.

 

Entiendan que las ciudades son un mundo creado por el hombre. Sin el campo, la ciudad muere. No habría alimentos, no habría energía, no habría forma de vivir sin la naturaleza.

 

Pero la naturaleza no se protege, encerrándola dentro de una cerca y poniéndole por nombre "Parque protegido", eso es encarcelar lo que es por definición libre. Mejor sería ponerle una cerca a las ciudades y revisar a cada persona que desee salir al campo que no lleve armas ni contaminación.

 

Hubo un tiempo en que el hombre vivía en el campo. En medio del campo. Y sus pies pisaban la tierra, recibía las vibraciones de la Tierra por las plantas de sus pies. Y eso le permitía entender al planeta.

 

Ahora los pies van encerrados en zapatos, y debajo de los zapatos hay asfalto y abajo del asfalto, tuberías y residuos de otras construcciones. Hasta los propios insectos, se han vuelto citadinos. Las moscas de la ciudad no podrían vivir en el campo, allá serían rápidamente alimento de otros animales.

 

Hay un planeta que espera que este mensaje sea escuchado.

 

Los jóvenes de hoy y del mañana son la respuesta a las necesidades de la madre Tierra.

 

Algunos de ellos han sido dotados con la solución. Son el ejército de salvación. Traen internamente una porción de esa solución.

 

Han sido enviados para despertar.

 

Por eso necesitan escuchar a los padres de las tradiciones.

 

Por eso deben atender al llamado de los caracoles.

 

Por eso cuando escuchen al tambor resonar con un ritmo melancólico deben acercarse. Hay un mensaje para ustedes.

 

Los ancianos hablan… hay que escucharlos.

 

Ellos les hablarán en otro lenguaje que tal vez no entiendan con su mente.

 

Pero lo entenderán con el espíritu.

 

Porque será la madre Tierra hablando por su música.

 

Será la madre naturaleza que los estará llamando para que despierten al recuerdo de eso que el grillo les anunció, de lo que fue insertado en el mismo DNA de sus células.

No hay mañana si el presente no actúa ahora.

 

Por eso las acciones se realizan ahora.

 

Un pensamiento, una reflexión, una meditación ahora, formará un plan mañana.

 

Una carta, una canción, una pintura ahora, formará todo un movimiento mañana.

 

Un grupo, una conferencia, un congreso ahora, serán las ideas que asegurarán la solución mañana.

 

Las acciones son ahora… para poder tener un mañana.

 

Epílogo

 

Una Revolución Silenciosa empieza con un corazón encendido.

 

Una revolución silenciosa empieza con una mente que pregunta y un alma que responde.

 

Una revolución silenciosa empieza cuando la misma respuesta aparece en varios corazones, al mismo tiempo.

 

Y en esa respuesta hay un llamado a la acción.

 

Y en esa acción hay una semilla de cordura.

 

Que germinará en un mañana más prometedor.

 

Más consciente de la responsabilidad de vivir para todos.

 

La humanidad no la forman sólo los hombres vivos.

 

También los niños del mañana son parte de la humanidad. Los que no han nacido. Los que no tendrán oportunidad de nacer también deben ser tomados en cuenta.

 

Y esta revolución silenciosa vela también por el planeta.

 

Con sus animales y con sus plantas… a los que hay que cuidar.

 

Como se cuidan a los hijos… sabiendo que son ellos los que escribirán el futuro.

 

Como se cuida al río y a la montaña para que ellos nos cuiden a nosotros.

 

Nuestra revolución habrá de formar una nueva ciencia.

 

Una ciencia que atienda las preguntas importantes.

 

Que no responda a los intereses de la guerra.

 

Porque la mayor libertad del hombre reside en su poder de decidir en qué ocupa su mente.

 

Y los científicos del mañana, serán conscientes que el poder del dinero ha sometido a las mentes de los científicos del pasado.

 

Los ha obligado a trabajar para la guerra.

 

Es una industria que no produce… que destruye. Que se enriquece de la muertes de hermanos.

 

Por eso los nuevos científicos formarán las nuevas tradiciones.

 

Y se preguntarán las mismas preguntas que los viejos sabios de la antigüedad.

 

Ellos al igual que los chamanes y los brujos buscarán explicar a Dios.

 

Tal vez con ecuaciones o con aparatos ¿qué importa? Si al final la respuesta siempre será recibida en los corazones.

 

Los bastones de mando, serán substituidos por títulos de universidades

 ¿qué importa?

 

 Si al final el poder lo concede la Tierra cuando alguien la entiende y le habla en su idioma, cuando se respeta a la montaña y se le habla a las plantas antes de cortarlas.

 

Esta es la voz de la humanidad, hablando por mi.

 

Hablo del pasado porque lo he vivido y hablo del futuro porque lo he visto.

 

Unamos al pasado con el futuro y hagámoslo ahora en el presente.

 

La Tierra lo pide.

 

Yo Soy Melquizedek



YO SOY AMOR

YO SOY AMADO/A

YO ESTOY ENAMORADO/A

DEL AMOR

YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA

YO SOY UNA UNIDAD CON LA LUZ

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Amor Incondicional... Cartas de Dios para Ti

Amor Incondicional.
Un Ajustador del Pensamiento Habla – 188 –
Cartas de Dios para Ti
 
Querido mío,
 se ha mencionado que la Voluntad de Dios es la forma con más Amor en ella. 
 
Ese decir necesita un cuidadoso escrutinio para ser entendido porque contiene la Verdad más grande.
 
Piensa acerca de cómo el Eterno Creador, como el Arquitecto en Su gran Amor Incondicional ha pensado en todo dentro de la existencia—universos tras universos en el gran inconmensurable pasado eterno—en el cual un pequeño humano como tú, simplemente no puede comprender, ya que el cerebro humano simplemente no tiene la capacidad para eso.
 
 
 
La capacidad que si tienes es de que puedes aprender a Amar Incondicionalmente porque de esa forma es que puedes crear paz y alegría en tu propia vida. 
 
Esos son atributos del alma y mientras mas los practicas dando Amor Incondicional, mayor crece la capacidad para recibir, ya que el universo aborrece el vacío, las líneas de energía están constantemente buscando por lugares vacíos para llenarlos.
 
¿Qué piensas tú de lo que es Amor Incondicional?
 El Amor Incondicional primero que todo es lo que se da sin que se piense recibir nada en retorno. 
 
El Amor no pone condiciones sobre nada, solamente da.
 
 Y un corazón, condicionado a dar Amor a otros, ha aprendido a apreciarse a él mismo.
 
Aquí es donde entra la ley dorada: “Trata a otros en la manera que a ti te gustaría ser tratado’.
 
Todas las mayores religiones contienen esa regla porque los profetas y los viejos videntes sabían que ese era el mandamiento siempre dado; amarse los unos a los otros y no poner condiciones en ese amor, ya que las condiciones son un precipicio profundo.
 
Mira la viabilidad de ese mandamiento.
 
 El mundo material ha hecho que eso sea impráctico.
 
  Pero el mundo interior real es donde la verdadera vida ocurre y en donde se obtienen las victorias sobre el yo inferior animal, así entonces el yo superior comienza a florecer y progresar, para alistarse él mismo para la siguiente fase de la existencia.
 
Traducido por Loyda Mira.
© Grupo de Progreso 11:11.
Perdiéndote a ti mismo, Me ganarás
 
Les amo incondicionalmente
 
 
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